jueves, 27 de enero de 2011
home es donde sea que esté con vos
Anoche me sentía rara emocionalmente y no podía dormir. Entré en chatroulette.com y empecé a nextear pajeros con la pequeña esperanza de encontrar a alguien interesante para hablar un rato... o por lo menos alguien de quien reírme. En eso viene mi mamá a mi pieza porque tampoco podía dormir, y bueno, se acostó al lado mío a mirar cómo boludeaba. Dos o tres "next" más tarde, un flaco con cara de dormido/amable/simpático (?) tapado con una sábana a rayas (?), casi sin decir ni hola me pasa ese versionado de Edward Sharpe and The Magnetic Zeros por Jorge y Alexa. NOS MORIMOS DE TERNURA, mi mamá y yo, y simplemente nos deseó buenas noches y se fue.
Y nada... bueno... no te voy a decir que se me pasó el quilombo emocional y me pude dormir, pero me sumó un sentimiento lindo y no la puedo dejar de escuchar. Y me di cuenta de que nunca viene mal una nueva canción de amor. Y soy cursi y me la banco, y que vivan las pequeñeces de la vida. Y el tema original - http://www.youtube.com/watch?v=rjFaenf1T-Y - que es buenísimo también, tiene una parte instrumental que te vuela la cabeza y la letra es hermosa.
viernes, 21 de enero de 2011
things mean a lot
Te asusta
saber que no estaremos mirando el mismo sol
o compartiendo los mismos pensamientos
en el mismo lugar del mundo.
Me asusta
cómo envejeciste,
cómo te olvidaste de nosotros.
Hay cosas
que significan mucho en el momento
y más tarde no significan nada.
domingo, 9 de enero de 2011
sábado, 8 de enero de 2011
locas
Have you ever confused a dream with life? Or stolen something when you have the cash? Have you ever been blue? Or thought your train moving while sitting still? Crazy isn't being broken or swallowing a dark secret. It's you or me amplified. If you ever told a lie and enjoyed it. If you ever wished you could be a child forever.
We are not perfect, but we are friends.
(Girl, Interrupted)
♥ To http://marinatangorra.blogspot.com ♥
domingo, 2 de enero de 2011
hola 2011
El tiempo... Para mí no es nostálgico ni sanador; fugaz o lento; liviano, eterno... no.
Fue verano para la ex niña sobreafectada por el divorcio, por un corazón roto impropio cuya herencia de sangre y latidos le fue ineludible...
Un corazón inflamable que fue impulsado a la vanidad amorosa-existencial cuando el oráculo estalló como una bomba de tiempo, como antiguos rollos de película expuestos al calor… como un universo impulsado por el cosmos demasiado cerca del Sol.
Todo puede ser nada sino una causalidad.
La infanta que, cansada de serlo, forzaba un amor estético, artístico y para nada atípico al primer niño que se dispuso a ansiarla y desearla sin querer ver detrás de sus ojos.
Y en sus pupilas no había más que la luz de la inocencia, la ingenuidad y la candidez; una lágrima o una gota de lluvia; una historia y un presente… y una foto: un árbol seco y harto a quien el Sol regaló un fruto abigarrado de sueños, y ese fruto cayó a la tierra muerta con las hojas ambarinas de otoño, desmembrándose hasta atomizarse contra el piso, dejando al viento perfumado de lluvia llevarse un humo agridulce y cenizas.
Ella era el fruto, ella era el color y la belleza, era la esperanza y la pureza... y, sin embargo, no había en ella más dulzura que la del humo agridulce que sublimó el invierno. El ábrego redujo a la niña a fragmentos de recuerdos, inventándola nueva, nueva y mujer.
Y como nada se pierde, la melodiosa dulzura volvió transformada en manos de otra dama, una amiga del alma, que venía de la Mar para hacerse río y ayudarla a dejarse fluir, purificarla, bañarla en las termas de una tenue primavera y su alegría, flores y sinrazón; dejarla cargar con el peso del agua e ilustrarle el ritmo en la correntada. La primera y última estación del año se percibe en la piel de nuevo y realza la ambivalencia. Ella no me ha escrito las líneas de su nuevo verano aún, pero sé que es inexacto, nunca igual al que lo antecedió. Sin embargo, me figuro las flores marchitándose, como todo lo que cambia y crece.
Me sospecho que lee más novelas y conoce nueva música, que indaga nuevos territorios dentro y fuera de sí, que va a equivocarse y asimismo va a acertar sorpresivamente. Y no peco de ignorancia si alego que se sufre a la misma escala que se es feliz. Tampoco erraría si afirmo que el tiempo no puede sanarla y que no hará renacer el fruto, no sabe colmarlo de pulpa y sabor… y nunca lo hará. No sembrará amor en un suelo extinto donde nunca hubo más que un árbol y, como me descubrió una sabia habladora: “A veces un habano es simplemente un habano”.
Todo aquello lo sé bien, yo que no sé ni recordar pensar, pero si tengo alguna certeza sublime es que es el mismo tiempo, ese que ella no siente, el que tampoco podrá borrar las sonrisas espontáneas que regalan las estaciones. Intuyo y juzgo al tiempo como algo superfluo… la nada y la totalidad, lo absoluto fragmentado, estacionado… secuencias… o quizá una mera forma más de usar los dígitos.
Hola 2011.
Fue verano para la ex niña sobreafectada por el divorcio, por un corazón roto impropio cuya herencia de sangre y latidos le fue ineludible...
Un corazón inflamable que fue impulsado a la vanidad amorosa-existencial cuando el oráculo estalló como una bomba de tiempo, como antiguos rollos de película expuestos al calor… como un universo impulsado por el cosmos demasiado cerca del Sol.
Todo puede ser nada sino una causalidad.
La infanta que, cansada de serlo, forzaba un amor estético, artístico y para nada atípico al primer niño que se dispuso a ansiarla y desearla sin querer ver detrás de sus ojos.
Y en sus pupilas no había más que la luz de la inocencia, la ingenuidad y la candidez; una lágrima o una gota de lluvia; una historia y un presente… y una foto: un árbol seco y harto a quien el Sol regaló un fruto abigarrado de sueños, y ese fruto cayó a la tierra muerta con las hojas ambarinas de otoño, desmembrándose hasta atomizarse contra el piso, dejando al viento perfumado de lluvia llevarse un humo agridulce y cenizas.
Ella era el fruto, ella era el color y la belleza, era la esperanza y la pureza... y, sin embargo, no había en ella más dulzura que la del humo agridulce que sublimó el invierno. El ábrego redujo a la niña a fragmentos de recuerdos, inventándola nueva, nueva y mujer.
Y como nada se pierde, la melodiosa dulzura volvió transformada en manos de otra dama, una amiga del alma, que venía de la Mar para hacerse río y ayudarla a dejarse fluir, purificarla, bañarla en las termas de una tenue primavera y su alegría, flores y sinrazón; dejarla cargar con el peso del agua e ilustrarle el ritmo en la correntada. La primera y última estación del año se percibe en la piel de nuevo y realza la ambivalencia. Ella no me ha escrito las líneas de su nuevo verano aún, pero sé que es inexacto, nunca igual al que lo antecedió. Sin embargo, me figuro las flores marchitándose, como todo lo que cambia y crece.
Me sospecho que lee más novelas y conoce nueva música, que indaga nuevos territorios dentro y fuera de sí, que va a equivocarse y asimismo va a acertar sorpresivamente. Y no peco de ignorancia si alego que se sufre a la misma escala que se es feliz. Tampoco erraría si afirmo que el tiempo no puede sanarla y que no hará renacer el fruto, no sabe colmarlo de pulpa y sabor… y nunca lo hará. No sembrará amor en un suelo extinto donde nunca hubo más que un árbol y, como me descubrió una sabia habladora: “A veces un habano es simplemente un habano”.
Todo aquello lo sé bien, yo que no sé ni recordar pensar, pero si tengo alguna certeza sublime es que es el mismo tiempo, ese que ella no siente, el que tampoco podrá borrar las sonrisas espontáneas que regalan las estaciones. Intuyo y juzgo al tiempo como algo superfluo… la nada y la totalidad, lo absoluto fragmentado, estacionado… secuencias… o quizá una mera forma más de usar los dígitos.
Hola 2011.
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